El ciberespacio ha sido desde sus inicios, una mega autopista de la información, donde existe una convergencia social equitativa en la que los usuarios pueden hacer uso de los datos divulgados en ella; sin embargo, este carácter no denota un acceso igualitario en el procesamiento de lo publicable.
La dosificación de contenidos expuestos en el internet ya sean verídicos o falsos, cada día queda más en terreno de nadie, y como una gran masa manipulable nos avalanchamos al consumo de lo mostrado, en ocasiones hasta de manera involuntaria y desmesurada.
El cómo enfrentar y/o confrontar nuestro criterio ante los otros, se ha convertido en un desafío para un grupo de personas (en números nada despreciables) que tiene poco, o nulo poder de discernir entre lo real y lo ficticio, recibiendo a diario bombardeos de informaciones de fuentes poco fidedignas.
Nuestro comportamiento en el mundo transmedia, donde la narrativa se entrelaza y despliega en disímiles plataformas, denota nuestro carácter y comportamiento. No somos uno en el espacio virtual y otro en el físico. Debatimos, rebatimos, compartimos o comulgamos con criterios de índole heterogénea, entonces cabe la pregunta ¿convivimos en una democracia virtual?
Para bien o para mal, todo lo publicado en el internet, es de acceso público. En ambos sexos se sufre del acoso virtual, o conocido también como ciberacoso, donde la vida personal sirve de mesa bufet para los carroñeros que están ante el acecho del chantaje, la burla, el abuso, o el descrédito del prójimo; sin embargo, las mujeres son las más expuestas por su condición de féminas en sí.
Pero ¿qué es el ciberacoso?
Cuando los medios digitales son empleados para molestar o acosar, a personas de modo individual o en grupo mediante ataques personales, o cuando hay una divulgación de información confidencial o falsa, estamos ante la presencia del tristemente célebre «ciberacoso».
Dichos ataques virtuales se caracterizan por tener agresores anónimos, la velocidad de la información divulgada se disemina en segundos logrando con ello un gran alcance. Tal ha sido el poder destructivo de este proceder, que puede en ocasiones constituir un delito penal, si así lo requiriera la ley. El daño infligido es recurrente y repetitivo, a través de los medios electrónicos.
Tipos de ciberacoso
Los que mayor presencia tienen es el acoso psicológico, el acecho o stalking que es el trastorno que tiene una persona que lo lleva a espiar a su víctima, esta se da principalmente en las redes sociales, donde la mayoría de las personas dejan su información disponible a cualquiera, el grooming es el acoso y abuso sexual online, son formas delictivas de acoso que implican a un adulto que se contacta con un menor o adolescente, con el objetivo de ganarse su confianza para luego involucrarle en una actividad sexual, el acoso laboral, el sexual y el inmobiliario,son otras de las formas en que se manifiesta el ciberacoso.
En el último quinquenio, Cuba se abrazó con mayor presencia al mundo digital, y aunque es mucho el desarrollo y que nos falta, y no son pocos los desafíos al que el gobierno se enfrenta para brindar un servicio de calidad, la responsabilidad ciudadana debe primar.
A diario nos encontramos conocidos y amigos en las redes sociales, con los cuales la comunicación había quedado trunca, ya fuera por el paso de los años, la distancia, o las rutinas cotidianas, alejándonos de esas personas allegadas. Hoy en día, ese camino se allana a través de un like, o emoji, para así expresar nuestros sentimientos; pero… cuando la vida personal se vuelve pública, ya es menos nuestra y más de los otros, y afloran ahí opiniones y conductas inadecuadas que laceran y/o violentan a las víctimas que conviven dentro de esa burbuja de bulling digital, que se da con mayor frecuencia de lo que desearíamos.
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Según el periódico villaclareño Vanguardia, el ciberacoso se comete no sólo en las redes sociales, sino a través del teléfono y aplicaciones. En Cuba se ha extendido el uso de Zapya, ocasionalmente empleada para el acoso y el ciberbullying.
Nuestro país no está ajeno a este padecer generado en el mundo virtual. Optimizar el tiempo e inteligencia ciudadana es un deber colectivo y personalizado. No dejemos en la conciencia de los otros nuestras vidas e intimidades.
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